Se habla de la extinción, de la desaparición del libro. Caso de que ello fuese posible, no creemos que sea deseable. Se habla del advenimiento de los soportes digitales (el libro electrónico) con la desaparición del clásico libro como objeto. Justo se trata del soporte, del objeto que nos ayuda a soportar la monotonía, la rutina de la existencia, transportando nuestra imaginación hacia mundos de ensueño que sólo ella creará.

El libro es un objeto con una textura, con un volumen, incluso con un sabor de carácter mágico. Es difícil poder regalar un libro digital a la persona que queremos, es difícil poder escribirle una dedicatoria que podrá leer siempre y que le recuerde que era alguien amado para nosotros. El libro tiene también algo de objeto sagrado, de una sacralidad que no necesariamente tiene que ver con la religiosidad. Al abrir sus páginas entre nuestras manos brotan las palabras, las palabras de un diálogo que nos dirige alguien que puede no estar ya. Pienso en los héroes troyanos de la Ilíada cuando dialogo con Homero. Puedo ser el taimado Odiseo, o el amante Patroclo, o el piadoso Príamo, o la misteriosa Hécuba. O incluso la hechicera Casandra o el divino río Escamandro. Alguien puede decir que esto se consigue también leyéndolo en Internet, en una tablet o un iPhone, pero a esa persona le responderíamos que nada comparable a conservar una primera edición. El joven internauta se priva de los placeres del viejo bibliófilo.

Y para terminar: ¿qué decir de los viejos libreros, que ellos sí que están en extinción? Hoy, grandes multinacionales engullen el mundo editorial, y pequeñas empresas editoras que antaño publicaban algo de pensamiento –“la razón, la más porfiada enemiga del pensar” (Heidegger dixit)- quedan al servicio de las grandes superficies y de los bet-sellers. Antes, ir a curiosear a una librería, buscando el libro agotado y hablar con el librero, a veces un pozo de sabiduría, era un menester. Hoy, el cierre de antiguas librerías transformadas en boutiques o en hamburgueserías es un hecho cotidiano.

Recuerdo una vieja película en la que una civilización extragaláctica y muy futurible, plena de tecnologías, tenía entre sus comandantes protagonistas, a alguien que conservaba entre paños y como uno de sus más preciados tesoros… UN VIEJO LIBRO DE PAPEL.

Leave a Reply